miércoles, 31 de enero de 2018

Paga o vete





Sua Santità Francesco
Palazzo Apostólico Vaticano
00120 Città del Vaticano

                                                                    Ratisbona, 31 de enero de 2018
Su Santidad:                                                                 

Le escribo desde la ciudad de Ratisbona, en Alemania. Soy un científico español afincado aquí desde hace veinte años. Estoy divorciado, vivo con mi actual pareja y tengo cuatro maravillosos hijos.

Me gustaría hacerle una consulta sobre un tema del que, supongo, está más que enterado.

Alemania es el único país del mundo donde hay pagar obligatoriamente un impuesto a la Iglesia (8-9% adicional del total de impuestos) si uno quiere seguir siendo católico. En España, al hacer la declaración de la renta, se puede elegir entre destinar parte de los impuestos (0,7 %) a la Iglesia o a actividades de interés social.

Un ciudadano alemán que no quiera pagar el impuesto a la Iglesia tiene que apostatar, es decir, hacer una declaración formal de rechazo de su fe y ya no puede oficialmente recibir los sacramentos. Santo Padre, considero intolerable que en el siglo XXI, la Iglesia proceda como un club en el que, o se paga la cuota, o no se puede pertenecer a él. Lo que encuentro aún más inadmisible es que esa regla la puedan aplicar por su cuenta unos cuantos obispos en sus diócesis. Si volviera a España o me trasladara a vivir a cualquier otro país, no tendría que obligatoriamente pagar ese impuesto a la Iglesia y podría seguir siendo católico.

Como supongo que sabe, desde el año 2000 apostataron 2,2 millones de católicos alemanes, a una media de 100 000 por año en unas cifras que van en aumento. Sólo en el año 2016, 160 000 católicos abandonaron la Iglesia para no tener que pagar esos impuestos.

Mi situación personal, familiar y económica es más que complicada. Hace unos años perdí la fe, aunque por motivos familiares, sociales y culturales nunca he querido apostatar o renunciar a pertenecer a la Iglesia, hoy me planteo seriamente la salida involuntaria de la institución que preside y que me obliga a pagar para poder mantener mi condición de cristiano que adquirí gratis con el bautismo.

¿Qué debo hacer?

Pidiendo su bendición y con la esperanza que atienda esta carta se despide su todavía hijo,