Sua Santità Francesco
Palazzo
Apostólico Vaticano
00120
Città del Vaticano
Ratisbona, 31 de enero de 2018
Su Santidad:
Le escribo desde la ciudad de Ratisbona, en Alemania. Soy un científico
español afincado aquí desde hace veinte años. Estoy divorciado, vivo con mi
actual pareja y tengo cuatro maravillosos hijos.
Me gustaría hacerle una consulta sobre un tema del que, supongo, está más
que enterado.
Alemania es el único país del mundo donde hay pagar obligatoriamente un
impuesto a la Iglesia (8-9% adicional del total de impuestos) si uno quiere seguir siendo
católico. En España, al hacer la declaración de la renta, se puede elegir entre
destinar parte de los impuestos (0,7 %) a la Iglesia o a actividades de interés
social.
Un ciudadano alemán que no quiera pagar el impuesto a la Iglesia tiene que
apostatar, es decir, hacer una declaración formal de rechazo de su fe y ya no
puede oficialmente recibir los sacramentos. Santo Padre, considero intolerable
que en el siglo XXI, la Iglesia proceda como un club en el que, o se paga la
cuota, o no se puede pertenecer a él. Lo que encuentro aún más inadmisible es
que esa regla la puedan aplicar por su cuenta unos cuantos obispos en sus
diócesis. Si volviera a España o me trasladara a vivir a cualquier otro país,
no tendría que obligatoriamente pagar ese impuesto a la Iglesia y podría seguir
siendo católico.
Como supongo que sabe, desde el año 2000 apostataron 2,2 millones de
católicos alemanes, a una media de 100 000 por año en unas cifras que van en
aumento. Sólo en el año 2016, 160 000 católicos abandonaron la Iglesia para no
tener que pagar esos impuestos.
Mi situación personal, familiar y económica es más que complicada. Hace
unos años perdí la fe, aunque por motivos familiares, sociales y culturales nunca
he querido apostatar o renunciar a pertenecer a la Iglesia, hoy me planteo
seriamente la salida involuntaria de la institución que preside y que me obliga
a pagar para poder mantener mi condición de cristiano que adquirí gratis con el
bautismo.
¿Qué debo hacer?
Pidiendo su bendición y con la esperanza que atienda esta carta se despide
su todavía hijo,