martes, 12 de abril de 2016

Sobre una exhortación poco clara y la ceguera de algunos


El pasado viernes se publicó la exhortación apostólica sobre el amor en la familia del Papa Francisco Amoris laetitia.  En ella se recogen las ideas del Papa a cerca de los temas que trató el pasado Sínodo de Obispos. Las reacciones no se han hecho esperar y, como era de prever, hay quien ve en el documento la voluntad de Francisco de admitir a la comunión a los divorciados que se encuentran en una situación irregular, mientras otros insisten en que la doctrina no ha cambiado. Cada uno interpreta la exhortación a su manera y es en cierto modo lógico, porque el lenguaje que utiliza la Iglesia en estos tiempos de cambio es de una ambigüedad apabullante en aras de mantener contentos a unos y a otros.

En esta entrada me gustaría analizar este asunto y ya veremos a qué conclusiones llegamos.

El Papa dedica un capítulo entero, el octavo (puntos 291 al 312), a tratar sobre el tema que más interés ha suscitado. Copiaré algunos párrafos para intentar entender lo que quiere decir, y no lo haré con las notas a pie de página, como alguno ha querido hacernos creer que sea donde el Papa hable del acceso a la eucaristía de los divorciados, sino utilizando el texto muy principal.

En el punto 296 se puede encontrar, al hablar sobre el discernimiento de las situaciones irregulares:
«hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición».
En el 298:
Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral….También está el caso de los que han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieron un abandono injusto, o el de «los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido»…. Los Padres sinodales han expresado que el discernimiento de los pastores siempre debe hacerse «distinguiendo adecuadamente»
Y en el 300:
Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas, como las que mencionamos antes, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos», las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas.
Se ve claramente que el Papa distingue entre situaciones. Por eso no puede dar una receta general para todos y aplica una gradualidad a las diversas situaciones irregulares. No todo es adulterio culpable, como quieren hacernos creer algunos.

Sigamos:

En el punto 301 habla de las circunstancias atenuantes en estas situaciones irregulares. Algo nuevo que no habíamos oído hasta ahora, ya que se nos había dicho que todo el que se ha divorciado y vuelto a casar vivía en pecado. Pero no. Y aquí está el cogollo que algunos no entienden o no quieren ver: en un texto que copio y que no pertenece a una nota a pie de página como algunos, de una manera retorcida y como para quitarle importancia, nos quieren hacer creer:
«Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante».
Y cita el Catecismo:
«La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales»
Es decir: algunas personas por encontrarse en situaciones irregulares no están automáticamente en pecado mortal, y si no se está en pecado mortal, amigos míos, se puede comulgar.

Lo razona así:
«La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión». A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia.
¿Cómo? ¿Está diciendo que aunque objetivamente la situación sea la de adulterio, esta persona pueda verdaderamente amar a la persona con la que convive y estar en gracia de Dios? Pues sí, literalmente. No cabe, entonces, interpretación alguna.

Lo que sí pertenece a una nota a pie de página (351), es el texto en el que el Papa, comentando sobre la ayuda de la Iglesia a estas personas, dice: "En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos" e "igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles»". Pero el que este sea el único sitio donde aparezca una referencia a la "Eucaristía" no añade ni quita nada a la tremenda importancia de lo que hemos leído y se puede deducir del texto principal.

Por otra parte, me llama la atención el que algunas personas, barriendo para su casa, digan que el Papa no está refiriéndose a la administración de la comunión a los divorciados vueltos a casar. Entonces ¿a qué dedica un capítulo entero? ¿A darles permiso para que puedan rezar el rosario o ir a misa? Eso no tendría ningún sentido.

Continúa el Pontífice:
Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas».
Así que, no hay más ciego que el que no quiere ver, aunque este documento sea un poco... borroso. En esta exhortación se dice, que algunas personas en situaciones matrimoniales irregulares pueden encontrarse en gracia de Dios. Como el único impedimento para no poder recibir la comunión eucarística es la conciencia de pecado mortal, no veo porqué el ala más conservadora de la Iglesia no quiere aceptar lo que acaba de decir el Papa y se dedica a seguir tirando piedras sobre esas personas destrozadas por su historia familiar.

No veo claro cómo vaya a ponerse esto en práctica, ya que no se trata de una regulación general. Supongo que, como sugiere la exhortación, serán los sacerdotes y Obispos y la propia conciencia los que disciernan y dictaminen sobre el modo de actuar en la circunstancia concreta de cada caso. Algo que, supongo, con el tiempo evolucionará a una praxis más general desde la semilla plantada hoy por Francisco. 

Lo que encuentro irracional es que progresistas y conservadores se acerquen o se aparten del Papa según se ajuste o no lo que éste diga a su manera de pensar.

Pero no podía ser de otra manera, cuando son sólo hombres lo que disponen sobre leyes, reglas y normas.


Motivos hay para un nuevo cisma. 

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Última hora:

El cardenal Burke ha salido a decir que la exhortación apostólica no es magisterio de la Iglesia y que se trata de reflexiones personales de un Papa. Esto es desde mi punto de vista muy clarificador.

1) Si este cardenal conservador piensa que la exhortación apostólica es mera opinión personal del Papa y le quita el valor de magisterio es porque está en desacuerdo con ella, lo que sugiere que en este documento, según Burke, se dice algo distinto y nuevo a lo que el magisterio hasta ahora había sostenido.

2) El cardenal se atreve a decir que una exhortación apostólica no es magisterio de la Iglesia. Pero ¿sólo ésta o todas las demás tampoco lo son? ¿Y las encíclicas? Porque si una exhortación que resume el trabajo de dos sínodos de Obispos en comunión con el Papa no es magisterio ¿por qué debería serlo una encíclica que es escrita, esta vez sí, sólo por el Papa y sus asesores? Si una exhortación no refleja el magisterio de la Iglesia por ser opinión de un Papa, una encíclica lo hará mucho menos.

3) Según el punto anterior podíamos pensar que la Encíclica Humanae vitae de Pablo VI y que prohibía el uso de la píldora tampoco tendría que ser magisterio, ya que este Papa la escribió incluso desoyendo a la comisión que le aconsejaba y que se pronunciaba a favor de la contracepción artificial en casos graves. 

El cardenal conservador Burke no se da cuenta de que acaba de abrir otra caja de Pandora con sus declaraciones desprestigiando al Papa. 

Ya veremos en qué acaba todo esto. Pero por lo pronto es una señal más de que en la Iglesia son los hombres los que atan y desatan a su antojo o según su ideología que no sus creencias. 

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Rueda de prensa del Papa en el avión de regreso de Lesbos

-Quisiera hacer una pregunta sobre la exhortación «Amoris laetitia»: como usted bien sabe ha habido muchas discusiones sobre uno de los puntos: algunos sostienen que no ha cambiado nada para que los divorciados que se han vuelto a casar accedan a los sacramentos; otros sostienen que ha cambiado mucho y que hay muchas nuevas aperturas. ¿Hay nuevas posibilidades concretas o no?

-Yo puedo decir que sí. Pero sería una respuesta demasiado pequeña. Les recomiendo que lean la presentación del documento que hizo el cardenal Schönborn, que es un gran teólogo y que ha trabajado en la Congregación para la Doctrina de la Fe.