miércoles, 30 de abril de 2014

El colorido final de un viaje metafísico

Lo que he aprendido hasta ahora es que la Metafísica, moviéndose en el mundo de las ideas y conceptos, mezcla constantemente el mundo lógico con el ontológico y así crea “entes” y características de esos entes que no tienen por qué existir en la realidad como sucede en el caso del problema de los universales a los que Dun Scoto (beato desde 1991) veía como entidades reales y S. Tomás como algo virtualmente presentes en las cosas (“antes (la idea en Dios), “en” (en la cosa en sí) y “después” de las cosas (en nuestro entendimiento)).

Un ejemplo son los llamados accidentes. El accidente sería una determinada característica de un objeto como el color, el sabor etc. Los metafísicos definen el accidente como un ser real, un ente que “existe en otro”. Así se pueden encontrar expresiones de este tipo:

El accidente tiene más necesidad de la substancia para subsistir; él es en ella y por ella y no podría existir solo”.

Analicemos, por ejemplo,  el color según la física y la neurofisiología moderna. El color es, en el lenguaje llano, una característica de un objeto: Es en realidad una percepción visual que se genera en el cerebro mediante  las señales nerviosas que envían los fotoreceptores de la retina al captar las diferentes longitudes de onda de la parte visible del espectro electromagnético. Todo cuerpo iluminado absorbe una parte de las ondas electromagnéticas y refleja las restantes. Las ondas reflejadas son detectadas por el ojo y procesadas e interpretadas en el cerebro como colores según las longitudes de ondas correspondientes.

Para que exista el color hacen falta tres cosas:
1) una materia estructurada en una determinada configuración o forma
2) la luz que incida sobre dicha materia y
3) un aparato visual y un cerebro que sean capaz de recibir y procesar determinadas longitudes de onda.

Es de día, el sol brilla y lanza sus rayos por doquier. La luz ilumina unos objetos con los que "choca" y, según la estructura material de los mismos será reflejada en determinadas longitudes de onda. Al pasar usted por allí recibe en su aparato visual esa luz reflejada y su cerebro "interpreta" esa combinación de longitudes de onda como azul, verde o rojo. Cuando usted ve algo de color negro es que la luz no se ha reflejado en ese objeto, existe el objeto y la persona que percibe pero falta la luz reflejada. A eso llamamos negro, a la ausencia de luz. Cuando entramos en una habitación oscura los objetos están allí, pero no podemos percibir la luz rebotando contra los objetos. Todo es negro. Después de este ejercicio mental creo que estamos en condiciones de contestar si el color es realmente un ser distinto al objeto que decimos "coloreado" y que “existe en él”. Me atrevería a decir que lo que llamamos color no es siquiera una característica del objeto. La característica del objeto es la manera particular en que su estructura material se organiza y que permite la reflexión de determinadas longitudes de onda y no de otras. Con el sabor o el olor sucede lo mismo. Decimos que algo es dulce o salado o tiene un determinado sabor porque al llevarnos a la boca parte de ese objeto, determinadas sustancias que lo componen interaccionan con los receptores del gusto que poseemos. Ello genera una señal neuronal que interpretamos como salado, dulce o como cada uno perciba esos sabores. ¿Es entonces el sabor de algo un "accidente", un “ser en otro”? Creo que no. La sustancia de la que está compuesto ese objeto es de una determinada característica. Contiene algunas moléculas que reaccionan con nuestros receptores del gusto y que desencadenan una señal nerviosa. Son características, particularidades, pero no son entes reales que distinguimos de otros porque no existan en sí sino en otros. A esto es a lo que me refería con la manera de ver la realidad del tomismo y que no se ajusta a lo que sabemos gracias a las ciencias. No hay necesidad de inventar "entes" que existan en otros entes. Si esto lo hubiera sabido S. Tomás no hubiera afirmado que el color es un ente que existe en otro. Pero ese es el problema de quedarse estancado con la manera de interpretar la naturaleza de la edad media. No sólo se interpretó mal en aquel tiempo la naturaleza (no podía ser de otra manera porque no existían los medios adecuados para detectar la longitud de onda ni la técnica adecuada para su medición) sino que se intentó explicar la realidad no sólo de manera conceptual sino incluso dando el salto del mundo lógico al ontológico al inventar y añadir realidades a los objetos como la forma, esencia, acto en potencia, etc.

Me es difícil creer, por tanto, que el tomismo sea el único sistema filosófico verdadero y, por ello, la actitud del tomista cuando afirma que si no entendemos su filosofía es porque nuestro entendimiento está viciado y nuestra inteligencia defectuosa, me parece bastante presuntuosa. Considero inútil la discusión con pensadores tomistas sobre cualquier problema filosófico porque para hacerlo tendremos necesariamente que aceptar sus conceptos de partida, las nociones de acto, potencia, accidentes, ser en acto, en potencia, esencia y existencia separadas, causa eficiente como atemporal, etc. El tomista quiere que juguemos en su campo y, además, con las reglas y la pelota que él quiera. Pero incluso si aceptamos algunas de esas definiciones en nuestra argumentación veremos que a menudo llegamos a un callejón sin salida. ¿Es el planeta tierra un ente individual en acto o es un conjunto de entes en acto? Permítaseme explicar que, según el tomismo, un ente individual en acto es un algo que no puede estar compuesto por otros entes individuales en acto sino en potencia.


Earth Western Hemisphere.jpg
El tomismo defiende que nuestro cuerpo, por ejemplo, es un ente individual en acto y que las partes que lo componen, por ejemplo las neuronas que estamos utilizando para escribir e intentar comprender lo que escribo, son entes individuales en potencia, es decir, que sólo serán entes individuales en acto cuando se separan del cuerpo. Según el tomismo, existen entonces varias contestaciones posibles: Sí consideramos al Planeta Tierra un ente individual en acto, los materiales que lo constituyen serían entes individuales en potencia y no en acto. Entonces, si queremos salvaguardar la individualidad factual de los entes que la componen tendremos que responder que el planeta tierra es un conjunto de entes individuales en acto y no un ente individual en acto. Pero vemos que la tierra es perfectamente distinguible de otros planetas y la pensamos como un ente individual. ¿Cuál es entonces la respuesta correcta? Y si no podemos responder a esta pregunta ¿cómo podemos ser tan presuntuosos para, desde la edad media, decir que conocemos la organización de la realidad, la del mundo inorgánico y el orgánico y las características temporales finitas del universo? 

En el capítulo anterior analizábamos la demostración de la existencia de Dios mediante la vía de la contingencia. Como hemos visto, esta vía se basa en conceptos que no tienen por qué ser verdaderos: por ejemplo, el hecho de que observemos seres que dejan de existir o que alguna vez no han existido no significa necesariamente que hubo una vez en la que nada existió o que el conjunto de esos seres tenga que ser también contingente. Es como decir que un equipo de fútbol es de color porque todos sus jugadores lo son. Lo mismo sucede con la posibilidad o no de la existencia de una serie infinita de causas eficientes. O qué sea exactamente eso a lo que llamamos una causa eficiente. Es importante definir si el universo es un ente individual o un conjunto de entes, si los planetas son entes individuales o un conjunto de entes, si los seres vivos son entes individuales o un conjunto de entes que lo conforman. Mientras que no se demuestren la validez de esas premisas no podrán utilizarse en una vía demostrativa. Y este es el punto que la mayoría de pensadores posteriores a S. Tomás ha criticado y que empezó ya en su tiempo y ha llegado hasta nosotros (Hermes, Günther, Frohschammer, Feuerbach, Eucken, Saitta, existe una sucinta revisión sobre el anti-tomismo en el libro “Introducción al Tomismo” de Cornelio Fabro).

Considero el tomismo como una sistema filosófico cementado, dogmático en muchas de sus premisas y que no puede ser aceptado simplemente porque sí. El pensamiento ha seguido evolucionando y nuestro conocimiento de la realidad se basa, no puede ser de otra manera, en las ciencias experimentales. Existe un neo-tomismo que  intenta adaptar y ajustar los conceptos utilizados por el Aquinate a los conocimientos modernos sobre la realidad. La opinión de representantes de este movimiento se puede encontrar fácilmente en foros de discusión en internet y algunos de sus defensores actúan con la intolerancia propia de auténticos talibanes del pensamiento. Si no me cree, dese una vuelta por la red.

Creo haber terminado aquí mi viaje metafísico. En los próximos capítulos intentaré analizar el resto de argumentos utilizados por la apologética moderna: el argumento de la moral, el de la experiencia religiosa y el de la resurrección.



3 comentarios:

  1. Hacía bastante que no visitaba tu blog y estoy saboreando cada uno de los artículos, felicidades por el estupendo trabajo.

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  2. El tomismo es sentido común.

    De hecho, por sus raíces socrática-platónica-aristotélicas es la obra humana en el pensamiento filosófico que jamás haya existido, puesto que es una síntesis de lo mejor del pensamiento griego y ha sido actulizado por los teólogos de la Iglesia Católica durante 2.000 años, desde que San Pablo dió su discurso a los griegos como está relatado en los Hechos de los Apóstoles. No hay ningún otro sistema filosófico que se le aproxime.

    En esto es muy parecido a ver la historia y preguntarse ¿Dónde están los perseguidores de la Iglesia? Todos pasaron pero la Iglesia no pasa.

    Lo mismo le ocurre al realismo. Los otros sistemas pasan pero el realismo, con sus cimas y sus simas, permanece. Stat Veritas.

    Lo que ocurre es que los tomistas por estar enamorados de Santo Tomás, es decir por tenerle apego, no son capaces, a diferencia de este gran santo, de renunciar a algún postulado equivocado impidiendo avanzar en la verdad.

    De hecho, la propia Iglesia Católica tuvo que hacer a un lado al tomismo y a Santo Tomás de Aquino porque estos negaban un dogma incontrovertible para la tradición de la Iglesia como era la Inmaculada Concepción.

    Ahí se vió que el magisterio pontificio es más grande que cualquier tomismo.

    El problema que tiene algunos tomistas es que tienen alguna premisa equivocada en relación a la cuestión de la naturaleza, y especialmente a la humana, pero me temo que en vez de terminar su viaje metafísico para perderse por los errores de la modernidad, debería usted hacer justo lo contrario : es decir, buscar un cambio de perspectiva en relación a cómo los metafísicos tomistas observan la naturaleza, para integrar los nuevos datos SIN PERDER el conjunto de soluciones que han resuelto estos últimos XX siglos.

    Si no lo hace así corre el riesgo que al querer deshacerse del agua sucia de los errores tomistas se deshaga también del niño al que hay que bañar hasta la que verdad resplandezca.

    De verdad, es un buen consejo. Persevere al menos un poco más.

    Usted, hasta ahora, ha estado luchando contra el tomismo pero no con el tomismo. Si usted lo ha estudiado con tanto detenimiento a pesar de ser un saber olvidado que cierra (más que abre) las puertas de la filosofía profesional es porque la verdad que hay le atrae.

    Véase como un outsider al tomismo. Alguien que quiere ver el problema de la naturaleza y la sobrenaturaleza con nuevos ojos, porque los caminos trillados de los insiders del tomismo les conducen al mismo callejón sin salida.

    Persevere. Necesitamos aun outsider.

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    Respuestas
    1. Estimado anónimo:

      Gracias por tu extenso comentario.
      No, el tomismo no es sentido común, es sólamente coherencia a unas reglas establecidas en la construcción de su metafísica. De ahí su apariencia de sensatez.
      Pero el que un sistema sea coherente no significa que sea verdadero. De hecho en el tomismo son las bases, sus reglas las que hacen que el edificio se desmorone. Yo no he luchado contra el tomismo. Me he dedicado a analizar si los argumentos que presenta son sólidos y puede concluir la existencia de un ser superior. Mi conclusión es que no y no creo ser el único que así piensa. La explicación la puede encontrar en la serie de artículos en este blog.
      Gracias por comentar y siga colaborando en el blog cuando lo desee.

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