lunes, 24 de octubre de 2011

Quien se venga después de la victoria es indigno de vencer (Voltaire)

 

Llevo un tiempo sin escribir nada en el blog. Reconozco que a veces no me apetece o no encuentro el tiempo pero esta vez es distinto: simplemente me encuentro en estado de shock desde que conocí los detalles de la captura, tortura y ejecución de Gadafi y la de uno de sus hijos.

Estas cosas me han impresionado desde siempre. Aunque los periódicos se han encargado de recordárnoslo esto días, enseguida me vino a la mente la ejecución de otros dictadores como la de Saddam Hussein, los cuerpos ametrallados de Ceaușescu y de su mujer, los cadáveres colgados como alimañas de Mussolini y de su amante Clara Petacci y un largo etcétera de animaladas que han quedado impresionadas en mi memoria para no borrarse ya jamás.

Son brutalidades que carecen de sentido y, sólo el que quiere, puede encontrarles justificación en la venganza de aquellos que sufrieron bajo la opresión ejercida por los regímenes de los que estos hombres eran responsables. Hombres que quizás se habrán comportado como monstruos y habrán sembrado el terror y cometido atrocidades más grandes que las que hicieron con ellos. Hombres que habrán despertado los odios más intensos y las lealtades más fieles. Hombres, al fin y al cabo, como tú y como yo, que lo hicieron mal un día y que, desgraciadamente, han experimentado en sus personas aquello de: "quien a hierro mata, a hierro muere".

No, no creo que exista el derecho en este mundo de obrar con ellos de la misma manera y utilizando los mismos medios que habíamos reprobado y censurado.

De esa manera los oprimidos de ayer y vencedores de hoy se convierten automáticamente en torturadores, en verdugos carniceros, cuya dignidad desparece empujada a un lado por sus "justificadas" atrocidades y la maldad sin sentido de sus actos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Uno por mil

En estos días hemos sabido del intercambio de prisioneros entre Israel y el grupo islámico Hamás. Me ha llamado desde el primer momento la atención el hecho de que Israel canjeara la libertad de Gilad Shalit por la de mil veintisiete presos palestinos. Y no es la primera vez: en 1985 Israel recuperó a tres soldados a cambio de unos mil cien prisioneros palestinos.Y me pregunto lo siguiente (porque siempre tengo que estar liándome la cabeza):

¿Cuánto vale la libertad de un soldado de Israel? Según Israel, el valor de esa libertad es matemáticamente igual a la de unos mil palestinos. De buenas a primeras se podría interpretar este hecho como un desprecio al pueblo palestino: “la libertad de nuestros hombres valen mil veces más que el de los vuestros”.

Pero visto así, los palestinos deberían haberse sentido ofendidos y, por tanto, para igualar la dignidad de las personas de los dos pueblos, deberían haber exigido la liberación de un solo preso y no de mil.

También es posible que los de Hamás sean más listos que el hambre y se hayan aprovechado del complejo de superioridad de Israel con respecto a sus vecinos para mercadear con la libertad de sus presos de una manera realmente exitosa.

Pero es posible otra explicación que no tiene nada que ver con el valor en el mercado de la libertad de las personas. Israel es un país pequeño donde casi cada ciudadano es parte del ejército. El ex agente del Mosad Rami Igra ha declarado: “Somos un país pequeño, un país en lucha. Tenemos que demostrar a los que pelean con nosotros que la comunidad hará todo lo posible para devolverles a casa”.

Y ese parece ser el verdadero motivo de la desigualdad en el intercambio de prisioneros. Israel necesita asegurar a sus ciudadanos, cueste lo que cueste, que les apoyará hasta el final, les ofrece amparo y protección en un territorio siempre amenazado. Y esta vez les ha costado canjear la libertad de uno de sus soldados por la de mil prisioneros.

martes, 11 de octubre de 2011

El tomismo

Llevo unos día participando en una discusión sobre filosofía en un blog católico. Con el tiempo que me ha dejado la atención a mi familia y mis obligaciones profesionales, he podido reflexionar un poco sobre todo lo que se estaba hablando allí.

El tomismo fue la fuente obligada donde tuve que beber cuando estudiaba algo de filosofía. Es, de hecho, la filosofía “oficial” de la institución que me formaba. Sé de algunos conocidos míos, profesores de filosofía, que tuvieron que abandonar (o fueron invitados a ello) en grupo una determinada universidad por discrepar de las enseñanzas del Aquinate.

De todos es sabido que la Iglesia “dogmatizó” (no es dogma, ya lo sé, pero es una manera de hablar) las enseñanzas de S. Tomás. León XIII cometió un error gravísimo al intentar adoptar y recomendar de manera obligatoria la enseñanza de un determinado sistema filosófico sólo porque estuviera de acuerdo con las enseñanzas del cristianismo: una filosofía cristiana. (Encíclica Aeterni Patris) Creo que fue un error grave porque el cristianismo no es ninguna filosofía o ideología, es la creencia en la resurrección de Jesucristo y el seguimiento de su doctrina. Si la iglesia no aceptó otra cosa que el tomismo como la “filosofía verdadera” pues de aquellos lodos estos barros. Se entiende entonces que instituciones consideradas como más conservadoras dentro de la Iglesia se aferren a esa “doctrina” e impidan la libertad de pensamiento entre sus miembros en este tema. Pasó lo mismo con los jesuitas. S. Ignacio de Loyola estipuló en las constituciones de la Compañía de Jesús que ésta debía seguir la teología de S. Tomás.

Para reaccionar contra los “errores del modernismo” Pio X defendió con insistencia la doctrina filosófica de S. Tomás y aprobó las famosas XXIV tesis tomistas, algo que fue interpretado como una imposición doctrinal en materias opinables y que fue suavizado posteriormente por sucesivos pontífices. (
Para un buen conocimiento de esta historia remito a "Génesis histórica de las XXIV tesis tomistas" de Francisco Canals Vidal). El documento que ratifica la aprobación de las XXIV tesis tomistas es el Motu proprio Doctoris Angelici (29.6.1914) que se promulgó sólo para Italia e islas adyacentes. Luego Benedicto XV ratificó que esas tesis eran normas directivas seguras. 

Los papas en este tema se han expresado siempre de manera poco clara. Por un lado defendían la libertad dentro de las distintas corrientes de pensamiento cristiano pero por otro advertían severamente a los que se apartaban de las enseñanzas del Aquinate, al que consideraban como único portador de la verdad. He aquí un ejemplo:

Pio X, en su encíclica Pascendi escribió:

“Queremos que los que enseñan estén firmemente advertidos de que el apartarse del Doctor de Aquino, principalmente en las cuestiones metafísicas, no se hará nunca sin grave detrimento”.

Estas directrices eran más que normas directivas seguras, porque incluso en el Catecismo de la Iglesia Católica editado en 1992 se puede leer que:

“Es una verdad inseparable de la fe en Dios creador que Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas”

“Ninguna criatura tiene el poder infinito que es necesario para crear en el sentido propio de la palabra, es decir, de producir y dar el ser a lo que no lo tenía”.

Estas consideraciones son, evidentemente, metafísicas y utilizan conceptos y razonamientos de la filosofía tomista.

Lo mismo ocurre cuando en el catecismo se habla del famoso dogma del conocimiento de Dios por la razón.

El concilio Vaticano bajo Pío IX declaró: "Si alguno dijere que Dios vivo y verdadero, creador y Señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por medio de las cosas que han sido hechas, sea anatema." Dz.1806

En el catecismo se puede leer:

31
Creado a imagen de Dios, llamado a conocer y amar a Dios, el hombre que busca a Dios descubre ciertas "vías" para acceder al conocimiento de Dios. Se las llama también "pruebas de la existencia de Dios", no en el sentido de las pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de "argumentos convergentes y convincentes" que permiten llegar a verdaderas certezas. Estas "vías" para acercarse a Dios tienen como punto de partida la creación: el mundo material y la persona humana.

32 El mundo: A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.


Otra vez encontramos en esta explicación del dogma referencias directas a las vías del Aquinate para acceder al conocimiento de Dios.

¿Qué encontramos en esas veinticuatro tesis tomistas adoptadas como criterio de verdad (no dogmática) por la Iglesia Católica? Pues sencillamente los conceptos básicos de la filosofía del Aquinate como esencia, existencia, potencia, acto, universal, particular e incluso una teoría sobre el conocimiento humano y sobre la composición de la realidad mirando a la naturaleza.

No puedo estar más en desacuerdo con la Iglesia, a la que pertenezco, en este punto y discrepo de manera convencida de la afirmación de que la filosofía tomista sea el sistema filosófico único y verdadero.

La metafísica, o la trans-física, presume de estar por encima de la ciencia positiva aunque a la vez dice que esto no es así y que la diferencia es que su objeto es distinto al de la física, química o la biología. De hecho, la metafísica, debe extraer los conceptos que va luego a utilizar en el orden lógico, del mundo sensible y no puede hacerlo de otra manera que utilizando la observación directa. Para esa observación los métodos de la física y astro-física como también los de la biología moderna son absolutamente necesarios, si no queremos quedarnos retrasados en la observación de la naturaleza que se practicaba en la edad media. Arguyen los metafísicos que esto no es así porque el objeto de la metafísica es el ente, la máxima abstracción del objeto. Pero esto no es cierto y para ello me remito a la lección de biología sobre el óvulo fecundado que dan algunos tomistas para defender su individualidad (aprovecho para decir que soy biólogo y que mis conocimientos de biología y no los de filosofía son los que me hacen rechazar al aborto como la eliminación, por decirlo de manera suave, de un individuo de nuestra especie). Así pues, cuando es necesario, se utilizan los conceptos de la biología para definir por ejemplo el que una célula sea genéticamente diferente del resto y, por ello, distinta. Cuando hablamos de física en muchas ocasiones los tomistas desprecian o no llegan a entender la física de partículas y se habla a la ligera sobre la energía o la transformación de esta en materia y viceversa. 

Algunos provocan el enfrentamiento absurdo entre filosofía y ciencia. Pero sabemos que, desde tiempos inmemoriales, el hombre ha intentado explicar lo que le rodeaba, la naturaleza, la realidad y para ello echó mano de la observación empírica y empezó a formular teorías que poco se podía distinguir si eran científicas o filosóficas. La falta de medios para “analizar” la materia no dejaba más solución que inventar hipótesis sobre su composición y estructura. De ahí las explicaciones sobre la naturaleza que encontramos desde los presocráticos. ¿Cuántos filósofos casi hasta nuestros días han sido eminentes matemáticos o físicos? Es natural, porque para intentar explicar la realidad hay que saber de qué se compone y cómo se organiza y estructura. ¿Cuántos sistemas filosóficos han intentado no sólo explicar cómo funciona la naturaleza o, incluso, nuestro cerebro y hacer sicología sin tener conocimiento alguno de neurofisiología?

Es por eso por lo que afirmo sin problema ninguno que, para intentar explicar la realidad, no basta con sentarse en un cómodo sillón y meditar sobre la esencia, la existencia, la potencia y el acto, hipotetizar sobre propiedades de los entes que sólo se dan en nuestro pensamiento, sino mirar con detenimiento como funciona esa realidad para luego sí, intentar contestar las preguntas últimas, esas preguntas que probablemente ni la física, ni la química, ni la matemática o biología podrán nunca contestar. Eso será filosofía, pero tendrá que estar fundamentada en el conocimiento empírico y ese conocimiento empírico es a lo que llamamos ciencia.

Lo que he aprendido es que la metafísica, moviéndose en el mundo de las ideas y conceptos, mezcla constantemente el mundo lógico con el ontológico y así crea “entes” y características de esos entes que no tienen por qué existir en la realidad como pasa con el problema de los universales a los que Dun Scoto veía como entidades reales y S. Tomás veía como algo virtualmente presentes en las cosas (“antes (la idea en Dios), “en” (en la cosa en sí) y “después” de las cosas (en nuestro entendimiento)).

Un ejemplo de ello son los llamados accidentes. Un accidente sería una determinada característica de un objeto como el color, el sabor etc… Pero los metafísicos definen el accidente como un ser real, un ente que existe en otro. Así se pueden encontrar expresiones de este tipo:

El accidente tiene más necesidad de la substancia para subsistir; él es en ella y por ella y no podría existir solo”.

Pero analicemos el color, por ejemplo, según la física y la neurofisiología moderna. El color, en el lenguaje llano, una característica de un objeto, es en concreto una percepción visual que se genera en el cerebro al interpretar las señales nerviosas que le envían los foto receptores de la retina del ojo y que a su vez interpretan y distinguen las distintas longitudes de onda que captan de la parte visible del espectro electromagnético (Wikipedia). Todo cuerpo iluminado absorbe una parte de las ondas electromagnéticas y refleja las restantes. Las ondas reflejadas son captadas por el ojo e interpretadas en el cerebro como colores según las longitudes de ondas correspondientes. 

Para que exista el color hacen falta tres cosas:

1) una materia estructurada en una determinada configuración o forma
2) la luz que incida sobre dicha materia y
3) un aparato visual y un cerebro que sea capaz de distinguir e interpretar determinadas longitudes de onda.

Es de día, el sol brilla y lanza su luz por doquier. Esa luz ilumina unos objetos con los que "choca" y, según la estructura material que tengan esos objetos, es reflejada en determinadas longitudes de onda. Luego pasa usted por allí y recibe en su aparato visual esa luz y su cerebro "interpreta" esa señal, esa determinada combinación de longitudes de onda como el azul, el verde o el rojo.

De repente ve algo que es negro ¿qué ha pasado? pues que la luz no se ha reflejado en ese objeto. Falta algo aquí porque tenemos el objeto y a la persona que percibe, falta la luz reflejada! a eso le llamamos negro: a la  ausencia de luz.

Ahora entramos en una habitación y apagamos la luz. Los objetos están allí, pero no hay luz, así que no podemos percibirla rebotando contra los objetos. Todo es negro.

Después de este ejercicio mental contéstenme, si tienen a bien, si el color sea realmente un ser distinto al objeto que decimos "coloreado" y que existe en él. Porque yo no lo veo así, yo veo que lo que llamamos color no es ni siquiera una característica del objeto, la característica del objeto es la manera particular en que su estructura material se organiza y que permite el que pueda reflejar determinadas longitudes de onda y no otras.

Con el sabor o el olor pasa lo mismo. Decimos que algo es dulce o salado o tiene un determinado sabor porque al llevarnos a la boca parte de ese objeto, determinadas sustancias que lo componen interaccionan con los receptores del gusto que poseemos. Ello genera una señal neuronal que interpretamos como salado, dulce o como quieran. ¿Es entonces el sabor de algo un "accidente", un ser en otro? Mire, no, la sustancia de la que está compuesto ese objeto, su materia es de una determinada característica, está compuesta por moléculas que reaccionan con nuestros receptores del gusto. Es la misma materia de la que está hecha el objeto la que está compuesta por algunas de esas moléculas que a nosotros nos parecen saladas o dulces. A estas capacidades de la materia le llamamos características, particularidades, pero no son entes reales que distinguimos de otros porque no existan en sí sino en otros.

A esto es a lo que me refería con la manera de ver la realidad del tomismo, que no se ajusta con lo que sabemos gracias a las ciencias. No tengo necesidad de inventar "entes" que existan en otros entes.

Si esto lo hubiera sabido S. Tomás no hubiera dicho que el color es un ente que existe en otro. Pero ese es el problema de quedarse estancado con la manera de interpretar la naturaleza de la edad media.

El problema es que no sólo se interpretó mal en aquel tiempo la naturaleza (no podía ser de otra manera porque no había los medios adecuados para ello, por ejemplo: la existencia de la longitud de onda y la técnica adecuada para su medición) sino que se intentó explicar la realidad no sólo de manera conceptual sino dando el salto a la realidad e inventando y añadiendo realidades a los objetos como la forma, esencia, acto en potencia….
 
Pero no es nada nuevo lo que estoy diciendo. La crítica del tomismo empezó ya en su tiempo y ha llegado hasta nosotros (Hermes, Günther, Frohschammer, Feuerbach, Eucken, Saitta, existe una sucinta revisión sobre le anti-tomismo en el libro “Introducción al Tomismo” del tomista Cornelio Fabro). Me es difícil creer, por tanto, que el tomismo sea el único sistema filosófico verdadero y, por ello, la afirmación del tomista cuando dice que si no entendemos su filosofía es porque nuestro entendimiento está viciado y nuestra inteligencia defectuosa, me parece una actitud bastante presuntuosa. Como presuntuosa me parece la afirmación de tachar de absurdas, como  categóricamente hace Franz Clemens Bentrano en su libro “Sobre la existencia de Dios”, las teorías que hablan de la posibilidad de un espacio infinito en extensión. Le preguntaría yo al señor Bentrano si el universo tiene límite y dónde se encuentra ese límite con la nada, o me indique por favor dónde se encuentra el límite físico entre la existencia y la no existencia.

Es por tanto inútil la discusión con pensadores tomistas sobre cualquier problema filosófico porque para ello habrá que aceptar sus conceptos de partida, las nociones de acto, potencia, accidentes, ser en acto, en potencia, esencia y existencia separadas, causa eficiente como atemporal etc… El tomista quiere que juguemos en su campo y, además, con las reglas y la pelota que el quiera.

Pero incluso si aceptamos algunas de esas definiciones en nuestra argumentación veremos que a menudo llegamos a un callejón sin salida.

¿Es el planeta tierra un ente individual en acto o es un conjunto de entes en acto?

Tenemos que decir que según el tomismo un ente individual en acto es un algo que no puede estar compuesto por otros entes individuales en acto sino en potencia. El tomismo defiende que nuestro cuerpo, por ejemplo, es un ente indivdual en acto y que las partes que lo componen (por ejemplo las neuronas que estamos utilizando para escribir e intentar comprender esto) son entes individuales en potencia, es decir, que sólo serán entes individuales en acto cuando se separan del cuerpo. 

Según el tomismo, entonces hay varias contestaciones posibles:

Sí consideramos al Planeta Tierra un ente individual en acto, los materiales que lo constituyen serían entes individuales en potencia y no en acto. Pero si queremos salvaguardar la individualidad factual de los entes que la componen tendremos que responder que el planeta tierra es un conjunto de entes individuales en acto y no un ente individual en acto.

Pero vemos que la tierra es perfectamente distinguible de otros planetas y la pensamos como un ente individual. ¿Cuál es entonces la respuesta correcta?

Y si no podemos responder a esta pregunta ¿cómo podemos ser tan presuntuosos para, desde la edad media, decir que conocemos la organización de la realidad, la del mundo inorgánico y el orgánico y las características temporales finitas del universo?

Es interesante el debate sobre la demostración de la existencia de Dios mediante la vía de la contingencia. Pero esta vía se basa en conceptos que no tienen por qué ser admitidos como verdaderos: por ejemplo, que el hecho de que observamos seres que dejan de existir o que alguna vez no han existido signifique necesariamente que hubo una vez en la que nada existía o que el conjunto de esos seres tenga que ser también contingente. Lo mismo ocurre con la posibilidad o no de la existencia de una serie infinita de causas eficientes. O lo que sea exactamente eso que llamamos una causa eficiente. 

Es importante definir si el universo es un ente individual o un conjunto de entes. Si los planetas son entes individuales o un conjunto de entes, si los seres vivos son entes individuales o un conjunto de entes que lo conforman.

Mientras que no se demuestren la validez de esas premisas no se puede declarar la vía como válida. Y este es el punto  que la mayoría de pensadores posteriores a S. Tomás ha criticado.

Para terminar, veo al tomismo como un paso más del esfuerzo de la humanidad por intentar explicar la realidad, si bien es cierto que en la escolástica encorsetó dicho esfuerzo dada la exigencia de armonizar esa visión con la religión cristiana y al desarrollar una filosofia que sirviera de base para fundamentar una teología. El tomismo se me aparece como una filosofía-teología cementada, dogmática en muchas de sus premisas y que no puedo aceptar simplemente porque sí. El pensamiento humano ha seguido evolucionando y nuestro conocimiento de la realidad se basa, no puede ser de otra manera, en las ciencias experimentales. El neo-tomismo es un intento de adaptar y ajustar los conceptos utilizados por el Aquinate a los conocimientos modernos sobre la realidad. Ese intento ha sido ampliamente criticado por otros pensadores. No me corresponde a mí decidir cuál sea la interpretación correcta, para ello hay suficientes cabezas pensantes, pero convendrán conmigo en que dada la disparidad de esas visiones y las argumentaciones y discusiones sobre los temas que hemos presentado aquí me sea muy difícil creer que el tomismo sea la solución verdadera y definitiva.

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Añado un addendum explicativo para que no se piense que estoy en contra de algún dogma.

El Arzobispo Primado de Bélgica André-Jospeh Léonard, conocido teólogo católico y que fue miembro de la Comisión Teológica Internacional, profesor de la Universidad Católica de Lovaina y predicador personal del Papa Juan Pablo II escribe en su libro “Razones para creer” :

El texto conciliar, citado anteriormente, dice solamente que “Dios puede ser conocido con certeza” por la razón natural. No pretende afirmar que ya lo es, ni tampoco que lo sea fácilmente, y aún menos que pueda ser “demostrado”, lo que implica más que ser conocido... En otras palabras, Dios puede ser conocido por la razón natural, pero tan difícilmente que sólo el recurso de la revelación sobrenatural puede fortalecer este conocimiento y preservarlo del error.”

En los comentarios del catecismo, que no forman parte del dogma, se hace referencia a las vías de Santo Tomás de Aquino. El dogma no nos dice cuál sea la demostración racional adecuada a seguir y lo único que plantea es que se puede recorrer con la razón la vía desde las criaturas a Dios. Insisto, eso no quiere decir que las vías del Aquinate tengan que ser válidas.

martes, 4 de octubre de 2011

Amanda Knox

 
Nadie sabe si es culpable o inocente. Su apariencia puede engañar. La belleza exterior no nos puede decir nada sobre si esa chica es también bella por dentro. No, no lo podemos saber y quizás nunca lo sabremos. El caso es que Amanda Knox está en la calle después de cuatro años de cárcel acusada de estar involucrada en la violación y asesinato de su compañera de piso.

No sé si Amanda ha sido o no una víctima más de la justicia; tampoco si Amanda es en realidad una asesina con ojos de ángel; pero de lo que sí estoy seguro es que es preferible una persona asesina en la calle a mantener una inocente entre rejas.