martes, 30 de septiembre de 2008

El muro

La últimas semanas me las he pasado, día sí día no, trabajando de albañil. Tenía que construir unos doce metros de muro de contención y en pendiente para evitar que el terreno de mi vecino se nos viniera encima. He aprendido un montón, he sudado otro tanto y hoy me duele desde la planta de los pies hasta la calva. Yo pensaba que esto de trabajar con el cuerpo era cuestión de poner en marcha los músculos un poco más de lo que hacemos habitualmente. Pero no. Me he transportado en carretilla más de 4 toneladas de hormigón, me he echado a los hombros sacos y acarreado cienes y cienes de kilos de cemento. He tenido que cavar para hacer los cimientos y transportar la tierra otra vez en carretilla. Y me he quedado hecho una mierda. Soy un científico que se pasa la mayor parte del día delante de un ordenador y lo que más desarrollado tengo son los músculos de los dedos, también por tocar el piano en mis ratos libres, la mano que usa el ratón y alguna que otra neurona, aunque no muchas. Pero estoy satisfecho: hemos terminado y lo he hecho yo. Al comenzar pensaba en las licencias que se toman los currantes cuando le silban a alguna buena jamelga al pasar. Pero ahora lo comprendo, es necesario, necesitas pensar que estás vivo, que puedes, y si no puedes, pensar en otra cosa mientras curras. Las mozas son una buena distracción. Yo me froté las manos al comienzo (con permiso de mi mujer), pensando que podría disfrutar de esas libertades como buen albañil y esperaba con ansia el momento de, junto con mi compañero -un paleta auténtico-, empezar a soltar piropos a diestra y siniestra. Pronto me di cuenta de que, primero, estábamos en Alemania y que antes de comprobar si la muchacha merecía la pena ya te habrían denunciado y, segundo, que mi casa se encuentra en el campo, cerca del bosque, alejada de la ciudad y por tanto de esas rubias que, a sabiendas, se contornean un poco más cuando pasan por debajo de algún andamio. Yo sólo pude decirle buenos días a mi vecina de 70 años (fumadora empedernida) y llamar la atención de alguna corza (de las de verdad) que se aproximó entre los arbustos curiosa, debido los resoplidos y las quejas de dolor inusuales y agónicas que se escuchaban salir de mi parcela.


miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿Quién puede entenderlo?

Feto de 24 semanas


La Generalidad de Cataluña ha pedido que las mujeres puedan abortar libremente hasta los seis meses de gestación.

A las 24 semanas (seis meses) su tamaño es de 32 centímetros desde la cabeza a los pies como media y su peso de unos 750 gramos. Empieza a realizar movimientos de succión y a percibir los sonidos del interior (movimiento de vísceras) y del exterior (voces).

Así es un niño de 23 semanas:



Y se han dado muchísimos casos de bebes nacidos antes de las 23 semanas y que han sido viables gracias al esfuerzo de la medicina como el pequeño de esta foto.

No hace falta contar más, ni debatir si hay vida o no, o si el feto siente o si es persona. Hay que ser o un malvado, o un idiota o un auténtico gilipollas para no querer aceptar la evidencia. Habiendo visto esto ¿cómo es posible que en nuestro país se esté planteando el aborto hasta los seis meses? El idiota, el que no piensa, el que sigue los dictados de los tópicos, no puede ver o no quiere aceptar por prejuicios ideológicos que desde la concepción el nuevo ser es distinto a la madre y no un trozo o apéndice de ella. Vale, puedo llegar a comprender que alguien, por falta de cerebro, no considere a un feto de un mes como un ser vivo. La inteligencia, por desgracia, no es un don del que todo el mundo pueda presumir. Pero espero que, por lo menos, sean capaces de oponerse a esta carnicería que sobrevuela ya el futuro próximo de nuestro país.

martes, 16 de septiembre de 2008

El becerro dorado


Empiezo la temporada comentando una noticia que me ha escandalizado. En la noche de ayer se subastó en Sotheby's una colección de obras por un valor de 85 millones de euros. Las obras subastadas no eran precisamente pinturas de artistas famosos, ni se trataba de cuadros antiguos, esculturas milenarias o de libros incunables. Se subastó una colección de obras del artista Damien Hirst, famoso por sus disecaciones en formol de cadáveres de animales. Por el “becerro dorado” -una vaca metida en formol con una corona de oro y con las pezuñas y los cuernos pintados con oro de 18 quilates- alguien ha pagado la friolera de ¡13 millones de euros!
Pienso en la cantidad de gente en este mundo que habría dado media vida por hincarle el diente a esa vaca o poder darle un trozo a su hijo hambriento. Ahora la vaca estará en algún salón del mundo y un millonario se sentirá satisfecho de haberse podido permitir el capricho. ¡85 millones de euros! ¡Cuántas bocas podrían haberse saciado con esta cantidad de dinero!

lunes, 15 de septiembre de 2008

Lo malo de tener un blog

es que hay que escribir con frecuencia y si no se hace, pues que se queda como un poco huérfano el pobre. Estos días han sido de vacaciones y de congresos y no ha habido tiempo para escribir nada. Pero espero recuperar las palabras opiniones e ideas perdidas y las iré ofreciendo poco a poco. Lo prometo, aunque de momento me siento más vago que el tío este paseando a su perro.